jueves, 10 de febrero de 2011

Rebeldes / Susan E. Hinton


Con causa

Puntaje:
Lector Sano: 10
Lector Enfermo: no hay lectores enfermos para esta novela.

Gracias a que Francis Coppola filmó lo que muchos pensamos que es una de sus mejores películas (yo y mi otro yo), pudimos saber que detrás de La ley de la calle (Rumble Fish) había una novela. Que dicha novela había sido escrita una década y media atrás de la filmación de la peli. Que había sido escrita por una mujer y que dicha mujer tenía 16 años cuando la escribió. Que es un clásico dentro de la narrativa yanqui. Que, al leerla, Coppola no inventó nada sino que solo lo visualizó. Que antes  había escrito un primer libro que también filmó Coppola (las filmó a la vez: una en poroso blanco y negro, otra en radiante color). Que ambas películas y
ambos libros son sencilla, desgarradora, huérfanamente, tristes y hermosos.



El segundo libro es Rebeldes. Y tiene un tono familiar: el del otro clásico llamado El cazador oculto o El guardián en el centeno (circulan los dos nombres), que el hace poco fallecido Salinger escribió en los cincuenta.

Un tono que Rebeldes baja un poco, pero que lo remite porque el que cuenta la historia es un pibe de 13 años que sabe de la calle, que forma parte de una pandilla y que cada tanto se pelea con otras pandillas. Digamos, los chicos pobres (Greaser: ¿se acuerdan de Travolta y Newton John?) contra los chicos ricos (socs). Es en esa pertenencia, en el reconocimiento de la mirada ajena, en la pelea corporal, donde los chicos buscan y muestran su identidad.


En el mundo de Susan Hinton no hay adultos. Los padres están ausentes: o murieron, o los abandonaron por rechazo o por falta de límites. Entonces están obligados a sobrevivir, económica y emotivamente, como mejor pueden.

Hay una escena que remite a la escencia de El cazador oculto: en un momento de este libro su protagonista, Holden Caulfield, revela lo más, o lo único que le gustaría hacer en la vida; o su sentido en la vida: ser el guardia de los chicos en los campos de centeno. Cuidarlos. Protegerlos.

En Rebeldes un chico (Johnny) pierde la vida y otro (Ponyboy: el narrador) casi la pierde, al rescatar a unos chicos de una iglesia abandonada en llamas. Incendio que ellos mismos, sin quererlo, habían provocado.

O yo estaba sensible (¡me vino!) o el libro va derecho a esa parte del corazón donde aún se guarda la inocencia. Porque son contados los libros que me hicieron, no digamos llorar a moco tendido, pero sí lagrimear: David Copperfield, Oración por Owen.

Y Rebeldes.




Solo les paso el comienzo, a ver si les pica.

En cuando salí a la brillante luz del sol desde la oscuridad del cine tenía sólo dos cosas en la caza: Paul Newman y volver a casa. Deseaba parecerme a Paul Newman -él tiene pinta de duro y yo no-, aunque imagino que mi propio aspecto no es demasiado desastroso. Tengo el pelo castaño claro, casi rojo, y ojos gris verdoso. Ojalá fueran más grises, pues me caen mal los tíos de ojos verdes, pero he de contentarme con los que tengo. Llevo el pelo más largo que muchos otros chicos, recto por atrás y largo en la frente y por los lados, pero soy un greaser,y por el barrio casi nadie se toma la molestia de cortarse el pelo. Además, me queda mejor el pelo largo.


Me quedaba un buen trecho hasta casa e iba sin compañía, pero por lo general suelo hacerlo solo, no por nada, sino porque las películas me gusta verlas sin que me molesten, para poder meterme en ellas y vivirlas con los actores. Cuando voy con alquien al cine me resulta un tanto incómodo, igual que cuando alguien lee un libro por encima de tu hombro. En eso soy diferente. Es decir, mi hermano mayor, Soda, que tiene dieciséis años para cumplir diecisiete, no abre un libro en su vida, y el mayor de los tres, Darrel, al que llamamos Darry, trabaja demasiado y demasiado duro como para interesarse por una historia o ponerse a hacer un dibujo, así que no soy como ellos, y en la pandilla a ninguno le gustan los libros y las películas de igual manera que a mí. Por un tiempo pensé que era la única persona del mundo que disfrutaba así. Así que me iba solo.

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