sábado, 11 de diciembre de 2010

(Casa tomada / Cortázar) - (Cabecita negra / Rozenmacher)

Puntaje
Lector enfermo: clásico
Lector sano:      clásico

En estos días racistas es pertinente leer dos cuentos argentinos escritos por distintos autores en diferentes momentos. Leerlos uno después del otro. Como indica el título de esta entrada, los cuentos son Casa tomada, de Julio Cortázar; y Cabecita negra, de Germán Rozenmacher.

Lo que diré de acá en más tiene poco de original o novedoso, ya que sobre estos textos se ha hecho una buena variedad de interpretaciones
y análisis. Así que si todo les parece un deja vú, es así nomás.


Insisto: recomiendo sus lecturas porque son cuentos ya clásicos; porque tienen absoluta vigencia; porque son relativamente cortos (esto va para los haraganes) y porque se consiguen en internet con facilidad (¡¿y esto es un
motivo de recomendación?!).

Casa tomada es de 1946, pleno surgimiento peronista. Cortázar tenía 32 años. El cuento luego fue recopilado en su buenísimo libro Bestiario.

Por los indicios que Cortázar distribuye se entiende que la casa del título es una petit mansión (muchas habitaciones, detalles lujosos, recovecos) donde sus ocupantes son dos hermanos solitarios y solterones que pasan el tiempo tejiendo, revisando estampillas, cocinando, leyendo textos en francés.

La casa es invadida de a poco por no se sabe quién o quienes (el gran mérito narrativo es que nunca se explícita) hasta que finalmente los hermanos deben abandonarla.

"Como me quedaba el reloj pulsera, vi que eran las once de la noche. Rodeé con mi brazo la cintura de Irene (yo creo que ella estaba llorando) y salimos así a la calle. Antes de alejarnos tuve lástima, cerré bien la puerta de entrada y tiré la llave a la alcantarilla. No fuese que a algún pobre diablo se le ocurriera robar y se metiera en la casa, a esa hora y con la casa tomada".

Juan José Sebrelli fijó la lectura de este cuento en el avance del peronismo sobre las clases acomodadas. Pero no es la única posibilidad de lectura. También puede ser solo un cuento de ribetes fantásticos donde la atmósfera amenazante está muy lograda, sean cabecitas o no los que están ocupando la casa. Pero ya es lugar común tomar la lectura de Sebrelli. A mí también me viene bien.


Casi veinte años después aparece una conciente continuación a cargo de un escritor de menor gravitación que Cortázar: Germán Rozenmacher escribió Cabecita negra* en 1962, a los 26 años. Su historia tiene un triste final, ya que murió de manera trágica y tonta a los 35 años junto a su hijo mayor, en Mar del Plata, por un escape de gas en el departamento en que dormían.

El cuento transcurre durante una noche veraniega de Buenos Aires. Son las tres de la mañana. El Sr. Lanari, el protagonista, es un burgués pequeño que sufre insomnio. Entonces sale a caminar. Oye los gritos de una mujer (borracha, seducida y abandonada) en la puerta de un hotel para damas. Lanari dice o piensa con claridad: es una cabecita negra.

Aparece un policía que resultará ser hermano de la mujer. Tras una serie de cuestiones, para no caer preso, Lanari los invita a su depto. a tomar un coñac. Lanari tiene miedo todo el tiempo. Miedo a la violencia contenida del oficial. Miedo a la pérdida de la respetabilidad. Miedo a contaminarse (¿el racismo es temor a la suciedad? ¿Lo que no es blanco, es sucio?): “qué espantoso…si justo ahora llegara gente y lo vieran ahí, con esos negros, al margen de todo, como metidos en la misma oscura cosa viscosamente sucia”.

Más adelante, Rozenmacher hará referencia al 17 de octubre del 45 (fecha fundacional del mito peronista; fecha que el imaginario de las clases bajas establecerá como un antes y un después en su acceso a los beneficios del sistema), de la siguiente manera: “El Sr.Lanari recordó vagamente a los negros que se habían lavado alguna vez las patas en las fuentes de Plaza Congreso. Ahora sentía lo mismo. La misma vejación, la misma rabia”.

Lanari también clama seguridad.

Estos dos cuentos muestran la confrontación de razas y de clases; la invasión de territorios reales y simbólicos. La violencia física y verbal.

Por lo visto, nada hay de nuevo bajo el sol argentino.


*Este cuento fue adaptado para historieta por Eugenio Mandrini, con dibujos del gran Solano Lopez, para la revista Fierro.


Cabecita negra


10 comentarios:

  1. En que crecimos? muy poco hoy seguimos igual con los mismos modos de tratarnos justificando que? miedo a que? desde nosotros mismos por favor un cambio, un crecimiento ,mas comprención, mas tolerancia.MAS AMOR Gracias.

    ResponderEliminar
  2. Si bien lo que voy a comentar es algo menor, vale aclararlo, el Sr. Lanari no sale a caminar y se encuentra con la muchacha, sino que la oye desde su balcón mientras se fumaba un cigarrillo.

    ResponderEliminar
  3. Hace algunos años concurría a unas reuniones bastante heterogéneas. Resulta que mi amiga P.F. de origen judío y yo, estábamos procurando "enganchar" a un compañero judío con una muy linda morochita, peruana. Muy elegante, sobriamente vestida... hermosa. Pero, claro: de piel oscura lo cual parece, para algunos un pecado mortal.
    Cuando la cosa parecía marchar, mi amiga P.F. me dijo: "Si se enteran los padres, lo matan"
    Por que?
    Fue mi pregunta.
    "Porque es negra, bo............"
    Resultaría paradójico que quienes se sienten discriminados, sean grandes discriminadores.
    Pero tiene una explicación: Ven en los demás sus propias zonas oscuras.
    Les mando un gran saludo.
    Norberto

    ResponderEliminar
  4. ¿Por que es posible afirmar que es el tipico reparesentante de la clase media tradicional argentina?

    ResponderEliminar
  5. De que modo el narrador se relaciona con Lanari, con que actitud y expliquen por que y en que fragmento del cuento

    ResponderEliminar
  6. porque le molesta al señor lanari que el policía lo trate de vos???

    ResponderEliminar
  7. Que conflicto existe entre los personajes

    ResponderEliminar
  8. Yo revindico al señor Lanari. Cuanto mejor seria el mundo sin tanta mugre

    ResponderEliminar
  9. Porque no era un trato común en el momento que retrata el texto. Por otro lado, el texto insiste en que su principal objetivo en la vida había sido hacer las cosas bien, para que lo llamaran "señor"...

    ResponderEliminar

Yo digo: